
La relación entre los teléfonos móviles y el cáncer, una preocupación que surgió hace más de una década, ha sido finalmente aclarada por el análisis más detallado y extenso hasta la fecha. En 2011, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) encendió las alarmas al clasificar las radiaciones emitidas por los móviles como “posiblemente cancerígenas”. Sin embargo, ahora, trece años después, un nuevo estudio ha echado por tierra estas preocupaciones, desmintiendo cualquier vínculo directo entre el uso de smartphones y la aparición de cáncer.
En su momento, la decisión de la IARC fue recibida con escepticismo por parte de la comunidad científica. Diversas organizaciones relacionadas con la oncología advirtieron que la declaración de 2011 se basaba en estudios limitados y en datos poco concluyentes. A pesar de esto, la noticia sembró el miedo entre la población, provocando que se instaurara la creencia de que los teléfonos móviles y las antenas de telecomunicaciones representaban un riesgo para la salud.
El panorama ha cambiado radicalmente con el reciente análisis, que ha contado con la participación de millones de personas a lo largo de más de tres décadas. Este estudio, mucho más robusto que los anteriores, no ha encontrado ninguna evidencia que vincule el uso de teléfonos móviles con un aumento en la incidencia de cánceres cerebrales, como los gliomas, meningiomas o neuromas acústicos, ni de cualquier otro tipo de cáncer.
Lo que resulta aún más revelador es que la cantidad de llamadas realizadas o los años de exposición al teléfono móvil no influyen en los resultados. Es decir, no importa cuánto tiempo se use el dispositivo, los datos actuales no sugieren ningún aumento en el riesgo de desarrollar cáncer.
Investigadores como Nájera y González, en su análisis para The Conversation, coinciden en que la ciencia ha dado un giro significativo respecto a lo que se creía hace años: “la evidencia más reciente indica que los teléfonos móviles probablemente no causan cáncer”.
Este estudio cierra un capítulo que por años generó incertidumbre entre los usuarios de tecnología móvil, y refuerza la confianza en que los avances científicos y tecnológicos no comprometen la salud pública en este ámbito. A medida que la tecnología sigue evolucionando, es crucial que la información esté respaldada por estudios sólidos y actualizados para evitar alarmas innecesarias.